Los 7 sonrisas de Isis (numérico)

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En el antiguo Egipto, Ipy, una joven aprendiz sensible a los murmullos del mundo, atraviesa siete prueba iniciáticas: escuchar, ver, rechazar, crear, amar, compartir….., revelando las siete sonrisas de Isis. Un cuento espiritual sobre el viaje del alma hacia su verdad más profunda.

Los 7 sonrisas de Isis (numérico)

En la luz dorada de los templos milenarios, una joven llamada Ipy escucha lo que los demás no perciben: el murmullo de las piedras, el aliento del Nilo, la vibración oculta de las almas. Criada entre las sacerdotisas de Filas, crece al margen de las normas, guiada por un don misterioso: el de sentir el hilo invisible del mundo. Su destino se tambalea el día en que, bajo los ojos de la severa sabiduría de Ta-usert, los hilos de su tejido comienzan a moverse por sí mismos, revelando un jeroglífico sagrado. Comienza entonces un viaje iniciático a través de siete pruebas interiores, siete sonrisas de Isis que desvelan las facetas de un alma llamada a unirse a lo sagrado: escuchar, ver, rechazar, crear, amar, dar… y finalmente, llegar a ser. Los 7 sonrisas de IsisEs una oda a la intuición, a la fuerza del silencio y al poder de un corazón que se atreve a seguir su propia voz. Un cuento espiritual en el que el Antiguo Egipto se convierte en el espejo de un viaje universal: el de la autodescubrimiento.


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Beschreibung

En la luz dorada de los templos milenarios, una joven llamada Ipy escucha lo que los demás no perciben: el murmullo de las piedras, el aliento del Nilo, la vibración oculta de las almas. Criada entre las sacerdotisas de Filas, crece al margen de las normas, guiada por un don misterioso: el de sentir el hilo invisible del mundo.

Su destino se tambalea el día en que, bajo los ojos de la severa sabiduría de Ta-usert, los hilos de su tejido comienzan a moverse por sí mismos, revelando un jeroglífico sagrado. Comienza entonces un viaje iniciático a través de siete pruebas interiores, siete sonrisas de Isis que desvelan las facetas de un alma llamada a unirse a lo sagrado: escuchar, ver, rechazar, crear, amar, dar… y finalmente, llegar a ser.

Los 7 sonrisas de IsisEs una oda a la intuición, a la fuerza del silencio y al poder de un corazón que se atreve a seguir su propia voz. Un cuento espiritual en el que el Antiguo Egipto se convierte en el espejo de un viaje universal: el de la autodescubrimiento.

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Capítulo 1: La Trama del Loto

El sol, vasija vasta de oro incandescente, derramaba sus llamas sobre las piedras milenarias del templo de Filé. La luz, ya profunda y dorada en esa hora avanzada, filtraba a través de las columnas masivas, esculpiendo juegos de sombras sobre los relieves gastados por el tiempo, haciéndolos casi ondular, bailar.

El aire, crepitante de una energía antigua sobre el Nilo, envolvía de misterio el augusto templo de piedra. Para Ipy, vibraba como un aliento petrificado, una respiración cálida y viva. Esta respiración temblorosa ascendía desde la planta de sus pies descalzos, a lo largo de sus miembros. Como una savia sagrada que hacía resonar su corazón al ritmo lento de sus pasos. Ipy amaba venir aquí para absorberse, para sentir cada partícula de esta presencia, más allá de toda oración formal. El templo le hablaba a través de sutiles murmullos de sensación bruta: la frescura gélida del granito bajo sus dedos, el perfume pesado y embriagador del incienso que se aferraba a las piedras porosas, y ese murmullo incesante, un eco de otro tiempo, llevado por el viento que silbaba entre los juncos secos, un canto olvidado.

Hoy, el aire estaba cargado de una tensión inusual, una presión sorda que solo Ipy parecía captar plenamente. Ta-usert, la sacerdotisa tejedora, estaba sentada frente a un telar complejo, una figura imponente cuyo rostro curtido por el sol parecía capaz de penetrar el velo del tiempo y leer los destinos en los hilos. A su alrededor, las otras aprendices trabajaban, sus dedos ágiles reproduciendo motivos canónicos con una disciplina silenciosa, casi ritualizada. Sus movimientos eran precisos, regulados, desprovistos de la menor vacilación.

Ipy, sentada aparte, abandonaba sus dedos al ballet de los tallos de papiro. Saboreaba la sensación de las varas verdes y frágiles, su frescura húmeda y la manera en que se doblaban a su voluntad, transformándose bajo sus gestos en una red de fibras delicadas. Su trabajo era una isla solitaria en medio del océano de la tradición, una dulce rebelión silenciosa. Percibía el suspiro impaciente de Henut, cuyos dedos, aunque ágiles, crispaban el hilo de lino. Henut, que rendía un culto ferviente a la regla y a la simetría perfecta, no podía disimular su impaciencia ante la libertad audaz del trenzado de Ipy, que percibía como una herejía silenciosa. Un poco más lejos, Nefertari – cuyos ojos, en ocasiones, miraban el trabajo de Ipy – revelaba una luz de admiración teñida de incomprensión. Esta pequeña sociedad, tejida de rivalidades discretas y de juicios mudos, parecía deslizarse sobre ella, sin alcanzarla nunca realmente. Ipy, en cambio, seguía una melodía interior que solo ella parecía percibir.

Luego, el silencio cambió. Se volvió más pesado, más denso. Se transformaba lentamente, de silencio del trabajo, se convirtió en el de la atención enfocada. Ipy levantó la cabeza. La mirada de Ta-usert estaba posada sobre ella. El chasquido regular de los telares pareció suspenderse, como si todas las aprendices contuvieran el aliento. La atención de la gran sacerdotisa nunca era trivial; era un juicio o una profecía.

« Ipy, » la voz de Ta-usert cayó sobre ella como una perla fría en el aire caliente. Desprovista de dureza, llevaba el peso de un destino. « Muéstrame lo que has hecho. »

« Tu papiro no sigue ninguno de los cánones sagrados, » observó Ta-usert, su voz grave parecía hacer vibrar la piedra misma. « No cuenta ni la victoria de un faraón, ni la oración a Osiris. Dime, Ipy, ¿qué camino siguen tus dedos entonces? »

Cada palabra de la pregunta pesaba como una prueba. Ipy bajó los ojos hacia su obra, intimidada. Estaba acostumbrada a guardar sus pensamientos para sí misma, a enterrarlos en lo más profundo de su corazón.

« Siguen… el camino que el papiro me muestra, » murmuró, su voz apenas audible.

Ta-usert no respondió de inmediato. Se levantó y se acercó, su sombra la cubrió. Con un gesto, señaló un motivo de loto en proceso de tejido en un telar cercano.

« Y aquí, ¿qué ves? No solo color y hilo, me atrevo a esperar. »

Ipy levantó los ojos. Había en la mirada de la sacerdotisa una urgencia que nunca había visto, la conciencia aguda de que las tradiciones transmitidas por la sola disciplina ya no serían suficientes. Que el mundo necesitaba a aquellos que podían volver a escuchar los murmullos de la piedra y del hilo. Esta espera silenciosa era una invitación a abrirse.

« Hilos, » murmuró, más segura. « Hilos de luz. »

Un lento asentimiento acogió su respuesta. « Y qué haces con estos hilos, pequeña Ipy? »

Ella miró sus propias manos, la red de fibras que había creado. « Los tejo… para que no se pierdan. »

El silencio que se instaló a continuación fue diferente. Ya no era opresivo, sino expectante. Ta-usert se inclinó, y sus dedos expertos rozaron los suyos, buscando más allá de la técnica la vibración misma de su alma.

« Mira, » dijo suavemente, señalando nuevamente el loto. « No es solo una flor. Es un símbolo. El loto nace en el lodo, pero se eleva sobre el agua, puro e inmaculado. Representa el renacimiento, la pureza, la transformación. »

Mientras Ipy seguía su mirada, las palabras de la sacerdotisa parecieron despertar algo en ella. Vio el motivo con ojos nuevos, vio más allá de la decoración, vio un camino. Un escalofrío la recorrió, una sensación física, como si los hilos de luz de los que acababa de hablar se enroscaban de repente alrededor de sus propios dedos. Un calor dulce emanó del telar, una energía que no era la suya.

Lo imposible. En el mismo corazón del loto de lino, los hilos comenzaron a moverse. No era una ilusión. Ante sus ojos, la trama obedecía a una voluntad invisible, los hilos se apretaban, se cruzaban por sí mismos para formar lentamente, pero sin la menor vacilación, un jeroglífico perfecto. El Ankh. El signo de la vida eterna.

Ipy contuvo el aliento, el corazón latiendo con fuerza contra sus costillas. Levantó los ojos llenos de lágrimas y asombro hacia Ta-usert. La sacerdotisa ya no sonreía. Su rostro estaba marcado por una gravedad solemne, la de alguien que reconoce una señal largamente esperada.

« A veces, » dijo Ta-usert, su voz un murmullo que parecía hacer vibrar el aire, « el hilo teje su propia historia. »

En ese instante, Ipy comprendió su verdadera naturaleza. Más allá de los simples sueños infantiles, su alma estaba profundamente afinada a las resonancias secretas del mundo. Su camino la invitaba a percibir el hilo oculto del mundo, a seguir los hilos de luz que vibraban tanto en el lino como en la piedra, el agua y el alma de las personas. Su verdadera historia, la más peligrosa y la más magnífica, apenas comenzaba.

Capítulo 2: Los Susurros de la Crecida

La barca se deslizaba, como una luna de madera preciosa sobre el vientre oscuro del Nilo. El sol, aún tímido, doraba las palmeras que bordeaban la orilla, mientras la sombra del amanecer persistía, fresca sobre mi piel. Sentada con las piernas cruzadas sobre un cojín de papiro trenzado, el aroma vegetal se mezclaba con el olor húmedo del lodo. El chapoteo del agua contra el casco, un ritmo lancinante, mecía mis pensamientos.

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